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PERSONAJES INOLVIDABLES

“…USTED SIGUE LICENCIADO…”

INTRODUCCION

Esta es una historia de vida que sinceramente me había prometido nunca hacer pública. Es de esas vivencias que te marcan para siempre y dejan una huella profunda en todo tu ser, en el alma y más allá. Ha pasado ya suficiente tiempo, 35 años, y aún me duele, aún me hace derrumbarme y cada vez que eso sucede mil preguntas, mil dudas, mil cuestionamientos vienen a mi. Con el correr del tiempo he encontrado respuesta a muchas de ellas, la mayoría, pero otras ahí permanecen, ahí están sin respuesta y tan vivas como al principio.

He decidido contar esa parte de mi vida como una forma de sanación. He llegado a una edad en que ya no puedo ni debo seguir cargando y arrastrando heridas del pasado. Debo cerrarlas. Debo curarlas. Y lo tengo que hacer yo, sin ayuda de nadie. No pretendo olvidar, es imposible; pretendo archivar, guardar, aligerar. Como cuando descargas a un USB, archivos de tu computadora que no usas pero ocupan espacio.

Aun no se ni cómo empezar y mucho menos cómo voy a terminar el relato. Espero que fluya y lleve orden. Todo es real, todo es verdad, todo lo viví y lo sufrí, no aceptaré correcciones porque nadie puede o debe ponerse en mi lugar. No busco halagos, ni mucho menos consuelo, ni reconocimiento, ni condena. No puedo evitar los juicios de quién me lea, es parte de la libertad individual, juzgar. Pero en esta ocasión, perdónenme, pero no los aceptaré. Háganlos, pero guárdenselos por favor.

En algunas partes del relato, les parecerá muy inverosímil o les parecerá muy peliculesco, pensarán que estoy inventando sobretodo los miles de personas que recordarán el caso pero esas miles de personas no lo conocen desde adentro, ni fueron testigos ni fueron protagonistas. Yo si.

En algunas personas utilizaré el nombre real, en otras no, de otras más lo he olvidado.

“…ALGO ME DICE QUE PUEDES AYUDARNOS…”

Era un líder natural. Poseía todas las características que definen a un líder: Carisma, facilidad de palabra, habilidad para escuchar, paciencia, tolerancia, humildad, honestidad, inteligencia, capacidad de análisis y excelente toma de decisiones, amable y respetuoso. Lo más increíble de todo es que sólo cursó hasta 5to año de primaria, su letra al escribir lo delataba, pero su forma de pensar y expresarse verbalmente lo ponía al nivel de cualquier profesionista con postgrado. Entendía de finanzas, de administración de negocios, de mercados, de aranceles, de créditos y sobretodo entendía de política y se movía como pez en el agua entre políticos de alto perfil y nivel. Era recibido por Secretarios de Estado frecuentemente con los que se hablaba de tu en los temas de cada quien; visitante frecuente del Gobernador del Estado y de la cámara de diputados y el senado a nivel federal. Una memoria prodigiosa y lo más grande que tenía era su corazón. Un corazón enorme, grande, noble que le dolía y mucho ante las injusticias y carencias de su gente; siempre encontrando la mejor forma de ayudarlos y apoyarlos.

Yo tenía 26 años cuando lo conocí y el andaba en 40. A 35 años de distancia, en innumerables ocasiones me he devanado los sesos tratando de entender porque Dios me lo puso en el camino; porqué Dios me guio, me empujó casi, a su encuentro. Podría haber sido todo diferente, podría haberme quedado en Monterrey, después de todo había trabajado en los dos grupos industriales mas fuertes de la época, Grupo Vitro y Grupo Alfa, pero decidí venirme a Sonora a Hermosillo. Podría haberme quedado en Hermosillo con un buen trabajo, pero sólo estuve unos meses, y decidí irme a mi pueblo a Pitiquito. ¿Qué absurdo verdad? Pasar de codearme con altos ejecutivos, preparadísimos, expertos en sus áreas, con oficinas suntuosas y modernas; convivir con los dueños de empresas, personas poderosísimas económicamente hablando, con una trayectoria personal y familiar impresionante, y yo con ellos. En fin, absurdo, inverosímil, poco inteligente, dejar todo eso para irme a mi pueblo, a Pitiquito, donde no tenía nada de eso, pero mi corazón rebosaba de alegría, de satisfacción y de calidez.

Por eso estoy convencido que hay una mano sabia que mueve nuestros hilos de vida y a mi, me movió hacia allá. Hay quien dice que se llama “destino”, y otros más le llaman “la Voluntad de Dios”. En lo personal y después de haber leído mucha literatura sobre el tema, estoy plenamente convencido que somos almas que venimos ya “programadas” para cumplir una o varias tareas específicas y para ello, en el “difícil arte de vivir”, debemos tomar ciertas decisiones que nos llevarán a encontrarnos con otras almas y vivir ciertos sucesos y eventos que, pueden ser hermosos o dolorosos, pero todos nos llevan a un crecimiento, a una sanación, a cumplir con la tarea asignada.

Nada de eso sabía yo en ese entonces, tenía 26 años, soltero y me dejé llevar por mis instintos viviendo el día a día.

Y el día a día me llevó a Caborca pueblo vecino al mío pero más grande y con una pujante actividad agrícola en ese momento.

Ahí lo conocí. Una hermana mía que vivía en la ciudad de México, lo conocía, me dijo que fuera a verlo, que era probable que él necesitara una persona con mis conocimientos y mis habilidades. Me pasó el teléfono de su oficina (No existía el celular). Hice una cita y me recibió unos días después.

Su oficina era austera, humilde comparada con las que conocía yo de Monterrey. Un escritorio de madera labrada con unos racimos de uva, pero no grande, dos sillas de vista y atrás de éstas, un sofá pequeño. En la pared un cuadro grande con el logo de la organización que representaba, hecho de material resaltado, en otra pared una pintura de un indio que podría haber sido Apache o Yaqui. Sobre el escritorio un portarretratos con un collage de cuatro o cinco fotos con su esposa y sus hijos; hojas, plumas, dos aparatos de teléfono, uno con línea directa y otro del conmutador. En una pared pero no muy a la vista, había un organigrama de la organización que dirigía. Me llamó la atención porque obvio era mi especialidad las estructuras de organización y el Desarrollo Organizacional.

Me recibió con un apretón de manos y con su característica voz pausada, calmada, tranquila. Nunca elevaba la voz, nunca gritaba. Piel morena, tostada por el sol, cara redonda, ojos achinados pequeños, pero negros, vivos, con un brillo que hoy me parece extraño, cabello lacio peinado de lado y que no se le detenía, le caía un mechón en la frente constantemente. Boca mediana y risa fácil pero no estruendosa.

Entre llamadas telefónicas e interrupciones de personas que entraban y salían de su oficina, platicamos casi dos horas. Los que entraban traían todos un problema y a todos los escuchaba y trataba de darles una solución o los orientaba hacia dónde dirigirse, con quién hablar, qué hacer. Nunca ví que se exaltara o se enojara o se molestara porque lo interrumpían, como que para él era lo más normal. Para mi no. Yo venía de un ambiente ejecutivo distinto, donde todo era orden, reglas, respetos, etc. Pero extrañamente no me sentí incómodo, creo yo que su voz, la paz que transmitía, el brillo de sus ojos, su luminosidad, todo eso me enviaba un mensaje de tolerancia. El se disculpaba después de cada interrupción, pero nunca dio orden a su secretaria de que no le pasara llamadas o de que no entrara nadie mas a su oficina.

Yo le platiqué de mi experiencia, mis conocimientos, lo que yo hacia en mis trabajos anteriores, lo que sabía hacer, mis relaciones, mis éxitos, etc. Etc. Le hablé de Desarrollo organizacional, de Recursos Humanos, de relaciones laborales, de comunicación, etc.

El me escuchó muy tranquilo, y luego procedió a hablarme extensamente de la organización, cómo estaba organizada en ese momento, qué producían, cuáles eran sus mercados, cómo funcionaban. Me platicó cómo comenzó él, el camino que recorrió desde joven y cómo se convirtió en Líder indiscutible de su gente. Me hablo de su compromiso y un poco de su familia.

Hicimos click desde el principio. No recuerdo porqué pero varias veces reímos. Yo me sentí muy agusto y él también.

Me dijo:

___Mira Miguel, no tengo muy claro exactamente en qué me puedes ayudar, pero si sé que te necesito, algo me dice que puedes ayudarnos a todos, desde el Consejo de Administración hacia abajo. Me gustaría que trabajaras con nosotros.

___Creo que si puedo ayudarte y ayudar a la Organización. Tampoco me queda muy claro en qué, pero también siento que si puedo. Sobre todo me gusta que hasta cierto punto en todo lo que yo manejo, están prácticamente en pañales. Me encanta la idea.

___Entonces – me dijo—te voy a pedir un favor: hazme un proyectito en el que nos digas y nos expliques específicamente en qué nos puedes apoyar y cómo. Déjame hablarle a Reynaldo el Director General de  la Unión, para que te enseñe todas las instalaciones y te des una idea clara de qué somos.

Así  es como conocí a una de las personas que más han influido e impactado en mi vida. Lo que yo viví y aprendí de él determinó y definió mi vida futura. Eso lo se ahora. En ese momento, con 26 años a  cuestas, me quedó muy claro que su personalidad me gustó, su forma de tratarme me gustó, lo cual era determinante para trabajar con él, y lo otro es que visualizaba que había muchísimo trabajo que podía hacer en esa organización campesina que hasta esos momentos supe se llamba UEPCAI – LEA o Unión de Ejidos de Producción y Comercialización Agroindustrial – Luis Echeverría Álvarez.

Su dirigente, su Presidente del Consejo, Rafael Muñoz Espinoza, me extendió la mano y me dijo “Bienvenido Miguel, vas a ver que hay mucho qué hacer”.

  1. “… SI SE TE ATORA LA CARRETA EN ALGO ME DICES…”

En los días siguientes me dedique precisamente a lo que me había indicado, a conocer la Unión de Ejidos LEA. Así fue como me enteré que era una organización de ejidatarios que agrupaba a 33 ejidos agrícolas, ganaderos y pesqueros, que en conjunto sumaban miles de hectáreas, la mayoría dedicadas a la agricultura en la zona de la Costa de Caborca, con más de 4 mil hectáreas de vid entre vid industrial (Para vino y pasas) y vid de mesa para mercados nacionales y de exportación. Otra superficie considerable se sembraba de algodón y miles de hectáreas más de trigo. Unas pocas tenían plantación de olivo para aceituna, manzana y durazno

Contaba con una planta procesadora de pasas, despepitadora de algodón, molino de aceite de jojoba, planta de agroquímicos, silos y almacenes de trigo, aviones fumigadores, Taller mecánico de maquinaria agrícola y taller de bombas hidráulicas.

Eran socios de un molino de trigo que producía harina en sacos para mercado nacional; socios de una planta procesadora y empacadora de durazno.

Algunos ejidos estaban en la costa literalmente y por lo tanto eran dueños de algunos kilómetros de playa virgen y algunos socios ejidatarios se dedicaban a la pesca en menor escala, pangas y embarcaciones parecidas.

Tenía un complejo de oficinas en donde estaba la despepitadora y la procesadora de uva pasa, y daba empleo a más de 150 personas en forma directa entre administrativos y operadores, muchos de ellos ejidatarios o hijos de ejidatarios. No se cuántos serían los ejidatarios derechosos, pero entre ellos y sus familias, sumaban fácilmente 10 mil personas.

La mayoría eran de otras regiones. Rafael tenía sus orígenes en Choix, Sinaloa; muchos más procedían de otras partes de Sinaloa y otros de Pueblo Yaqui, Rosario Tesopaco, y el Valle del Yaqui. Los menos eran de Caborca y de Pitiquito. Habían sido dotados de tierras unos años antes por el Presidente Luis Echeverría Álvarez. Tierras en medio del desierto, arenosas, con dunas, o pegadas a la sierra llenas de cactus. Nadie daba un cinco por ellas. Llegaron a abrirlas al cultivo, con pico, pala, azadón; consiguieron dotaciones de agua, perforaron pozos, pidieron créditos y convirtieron aquello, 10 años después, en la envidia de muchos vecinos pequeños propietarios, con más recursos, pero con menos hambre.

Y Rafael, era el Líder indiscutible de todos ellos. Aceptado, querido, respetado por todos. Su energía, su incansable trabajo, su visión había colocado a la Unión en una posición de liderazgo no sólo local o estatal sino nacional. Era referente y ejemplo nacional para otras organizaciones campesinas. Eran Cenecistas, pertenecían a la CNC, Confederación Nacional Campesina y por consiguiente al PRI.

Entre tantas pláticas de carretera que tuvimos a solas, me platicó mucho de su vida y me confió cómo había empezado todo. Pero no es objeto de ésta historia. Sólo deseo dejar constancia de su gran, gran, gran visión e iniciativa. Su cerebro funcionaba de una manera distinta y un día si y otro también, me platicaba de algún proyecto nuevo que traía en mente y al decir en mente, es literal, los traía en la mente, armados, estructurados operativa y financieramente. Nunca los escribía o plasmaba en papel, te los platicaba, te transmitía su emoción y luego te pedía que le dieras forma, “si se te atora la carreta en algo, me dices”. Cuando te platicaba sus proyectos, se veían sencillos, fáciles, lógicos. Cuando tratabas de darles forma en planos y modelos de negocio, aquello era el infierno y te topabas con caminos escabrosos y al parecer sin salida, pero aquella mente prodigiosa, tenía solución para todo. Era una delicia escucharlo y visualizar los beneficios que traería determinado proyecto para su gente, para la unión y para toda la región.  No me costó ningún trabajo adaptarme a su estilo porque si me equivocaba, soltaba la carcajada y me decía “no te preocupes, si no sale a la segunda, sale a la tercera, jajajaja”.

Casi al mismo tiempo, solo con unos dos meses de diferencia, se integraron otros profesionistas: Un ingeniero Bioquímico en Alimentos, un Ingeniero Industrial, una psicóloga social, un contador. Obviamente eso ayudó muchísimo a dar un poco más de forma a los proyectos.

Uno de los primeros encargos que me hizo Rafael fue diseñarle una nueva estructura de organización que contemplara ya de una vez los proyectos futuros que traía. Junto con eso hubo que definir una nueva visión y misión y trabajar en un manual que contuviera todo lo anterior mas las descripciones de puesto y un tabulador de sueldos y salarios. Nada de eso era desconocido para mi y me metí en ello. Sin embargo, todos los días, cuando estaba en la oficina, Rafael me llamaba y me encargaba asuntos o pendientes diversos. O me decía estaré toda la semana en la ciudad de México, necesito te encargues de esto y esto y me daba una lista de pendientes. Al poco tiempo ya era una especie de Secretario Particular aunque el puesto oficial era director de Desarrollo Social, dependiendo directamente de él.

Me tomó confianza y comenzó a compartirme información delicada, incluso antes de compartirla con los demás miembros del Consejo. En ocasiones me sorprendía solicitándome consejo de cómo tratar un tema equis con el Secretario de Agricultura o con el Gobernador. Yo era un joven profesionista de 26 años recién cumplidos, que si bien es cierto había ya recorrido medio país y trabajado en grandes compañías, carecía del tacto político o el colmillo pues. Pero él se encargaba de guiarme y decirme porqué si o porqué no se podían hacer o decir las cosas que yo le aconsejaba. Toda una enseñanza practica. El veía donde yo no. Y tuvo la paciencia y tolerancia para en una comida o en un viaje de carretera decirme y explicarme quién era quien en Caborca, quién era quién en la Union de ejidos, quién era quien en la política estatal, en el gabinete; quién era quien en el gabinete presidencial, quienes eran y de qué pie cojeaban cada uno de los agricultores y “hombres fuertes” de Caborca y la región.

Aprendí a ver a personas que conocía, con ojos diferentes. Había cosas que chocaban con lo que yo creía o pensaba de alguien en particular. Pero todo eso me servía para estar alerta, para andar con las antenas afuera y con ocho sentidos a la vez. Así andaba él y así debería andar yo siempre. Llegamos a decirnos cosas sólo con la mirada o con un gesto.

Desde el primer día nuestra relación laboral se basó en la confianza y en la honestidad. Obviamente cuando estas cerca de la persona de poder, adquieres poder o se te delega cierta autoridad, pero también adquieres envidias gratis, personas que no ven con buenos ojos que de pronto llegue un desconocido, un chamaco, a ocupar un espacio y a tomar acciones y decisiones que no son del todo “aceptadas”, o consensadas. Hubo algo de ello, pero no me impidió para nada seguir adelante. Visité todos los ejidos, los recorrí, conocí los comisariados ejidales, cada uno, a los directivos de cada ejido a sus familias, todos eran personas trabajadoras, tremendamente luchonas, y con ganas enormes de hacer las cosas bien y tener éxito. Nobles de corazón, transparentes, sinceros, fáciles para hacer amistades y con orgullo puedo decir que todos me adoptaron y me facilitaron las cosas.

CONTUARA LA PROXIMA SEMANA.