“NECESITO QUE VENGA A LA OFICINA… SOLO”
Sentados en la oficina de Rafael, cuatro miembros del Consejo y yo comenzamos a definir qué hacer. Alguien dijo “hay que llamar a todos los comisariados, vamos a necesitar gente”, alguien más, “hay que organizar una búsqueda” otro dijo “No puede ser cierto esto, debe haber una razón, debe estar en otro lado Rafael, qué tal si se descompuso el carro y se fueron con alguien mas”. Eran como palabras de consuelo, como queriendo borrar una realidad que te golpeaba.
Todos salieron y fueron a sus casas, creo yo. Yo me quedé ahí, no recuerdo haber comido ese día. Como a las 4 de la tarde llegaron los Judiciales del Estado, alguien les había avisado ya del secuestro, pidieron hablar conmigo, nos encerramos en la oficina, mil preguntas, cómo era, cuáles eran sus costumbres, si no tenia alguna novia con la que podría estar, quién iba con él, si tenía enemigos, si había recibido amenazas, quién lo había amenazado, porqué, si andaba en tratos con narcos, si tenía enemigos entre los ejidatarios, si debía dinero, etc etc.
Respondí lo mejor que pude y se fueron.
Para las 6 de la tarde ya se había corrido la noticia y comenzaban a llegar ejidatarios de todos lados, ya afuera de las oficinas había más de 200, todos preguntando, todos queriendo saber qué hacer, cómo ayudar.
Afortunadamente, Miguel Encinas, Roberto Díaz, Pascual Avila y otros comenzaron a organizarlos. Se delineó un plan de búsqueda por toda la región desde Caborca a Santa Ana por el sur y hasta Sonoita y Peñasco por el norte, hasta el Desemboque y Puerto lobos por el poniente. Todos los caminos, todas las carreteras serían cubiertas. Carros y gente que quería participar sobraba.
Con un plano en la mesa se acordó mandar una partida de cuatro autos con cinco gentes cada uno que iban a recorrer la carretera Caborca – Santa Ana parándose cada tres kilómetros a buscar a la orilla de la carretera hasta unos 20 ò 30 metros. ¿A buscar que? Algo, algún carro, huellas, indicios…cuerpos. Preguntar en los ranchos, en las casas. Se acordó que lo mismo se haría en todos los caminos de ida y vuelta por ambos lados: Carretera a Peñasco, carretera a Sonoita, camino al Arenoso, camino a Lobos, carretera a Sáric, camino a Puerto Libertad, al Desemboque.
Me consultaban, me pedían parecer y decía que si, adelante. La noche ya iba a caer pero eso no importaba iban preparados, tanques llenos, gasolina extra, lonche pa el camino y armas, todos iban armados.
Cuando vi las armas me asusté y aunque no estaba de acuerdo no lo dije. No me hubieran hecho caso. Armas de todo, revolver, escuadras, rifles, escopetas, 38, 45, 30-06, machetes, cuchillos y lo que tenían a mano.
Comenzaron a salir y ni se notó, se fueron más de 200 pero quedaron otros 500 que ya estaban afuera y querían hacer algo.
A veces había gritos de desesperación, de frustración, gritaban nombres diciendo “¡!!Chinga tu madre fulano de tal, nos la vas a pagar, cabrón te vamos a mataaaar!!!” Yo los oía y sólo pensaba en que cualquier cosa podía prender una chispa que llevara a algo peor. Dios guarde la hora una balacera aquí, pensaba.
Para las 10 de la noche comenzamos a mandar el mensaje que se fueran a dormir a sus casas, que regresaran mañana temprano, que ya no había más que hacer por hoy. En realidad queríamos desactivar el tumulto que comenzaba a enardecerse. Afuera estaban los judiciales y la policía Municipal y ya alguien les había gritado que qué hacían ahí buenos para nada.
Salieron los viejos, hablaron con ellos y afortunadamente se comenzaron a retirar. Quedaron unos 50 que se autonombraron de “seguridad y protección del edificio” y de los que estábamos adentro. Tampoco recuerdo haber cenado, debo de haberlo hecho.
Cada cierto tiempo se oía por el radio la voz de alguien que se reportaba: “fulano de tal, desde el kilómetro tal, camino a X… sin novedad” Y así prácticamente toda la noche.
No fui a dormir a mi casa. Me mantuve con café toda la noche. Y ahí estuvieron la mayoría de los empleados. Nadie quería irse.
Nos amaneció el 27 de julio. Rafael ya tenía en realidad dos días desaparecido. Nos habíamos dado cuenta ayer, pero desde antier estaba desaparecido en realidad. Fui a la casa a bañarme y desayunar, con el ánimo por los suelos. Fue la primera preocupación que le dí a mi esposa, recién casados. En 35 años han venido muchas más y las ha aguantado a pié firme. Pero esa a sus 19 años fue la primera y mas grave creo yo. Los periódicos traían la noticia en primera plana, toda la familia me hacía preguntas que no podía responder.
Llegué a la oficina de regreso y ya había una multitud de nuevo. Ya habían regresado casi todas las partidas de búsqueda y no había novedad de ningún tipo.
Me encerré a contestar llamadas que comenzaron a llegar de todo el país: funcionarios estatales, diputados locales, diputados federales, senadores, funcionarios de gabinete nacional, autoridades, amigos y un etcétera enorme. Todos ofrecían apoyo, lo que se necesitara. Yo respondí a muchas y los del Consejo a otras tantas.
Habló el gobernador diciendo que mandaría un grupo especial de la Judicial del Estado para la investigación y que se haría todo, todo lo que estuviera a su alcance. Que ya había solicitado apoyo a la PGR y que estaba en camino un grupo especializado en secuestros. Llegando me buscarían.
El hermano de Rafael, Félix, ya estaba ahí. Ya habían mandado por la esposa y la familia a Obregón, ya venían en camino.
Organizamos una búsqueda ahora por aire utilizando los dos aviones de la Unión y otros dos privados. De nuevo se peinó toda la zona, los caminos, los ranchos, las cañadas, los ríos los arroyos.
Los policías entraban y salían. Ya habían trasladado el carro de Santa Aana a Caborca y ya habían tomado huellas. Se había levantado el pickup que estaba estacionado en el callejón de la Volkswagen y de donde uno de los secuestradores sacó algo. Yo no quise decir nada, pero un día antes me les había adelantado. En el espacio entre que nos avisaban del carro en Santa Ana y esperábamos, me fui con otro compañero hasta donde estaba el pickup, lo abrimos, abrimos la guantera y sacamos la tenencia, vimos el nombre y la volvimos a dejar.
No había nada más fuera de lo normal. El nombre lo tengo grabado y la dirección era de Hermosillo. Como calculamos, había sido reportado robado, asi es que no había mucho que hacer por ahí.
El resto del día me parece ahora a la distancia que se me hacía como una acordeón. A ratos me parecía que avanzaba el tiempo muy lento y a ratos me parecía muy rápido. Llegó el grupo especial de la judicial del Estado y de nuevo mil preguntas, pero ya no los atendí yo. No tenía ganas ni fuerzas. No había dormido el día anterior, casi no había comido, pero la adrenalina te mantiene de pié.
Salía a fumar y trataba de estar solo para pensar y poner en claro las cosas, pero no podía, inmediatamente me abordaba alguien. La prensa ya estaba encima, yo atendí en el día a varios, sin dar más información que la que se sabía públicamente, es decir: Pensábamos se trataba de un secuestro, no sabíamos ni el motivo ni quién podría haberlo cometido. Qué estábamos haciendo? Buscarlo con el apoyo de las autoridades.
De ahí no nos sacaron. Una noche antes nos habíamos puesto de acuerdo el consejo y los directivos de qué podíamos y qué no podíamos decir y quién de preferencia sería el vocero.
Me daba vueltas en la cabeza constantemente que yo podría haber estado también secuestrado. Si el Profesor no hubiera llegado ese día, si el profesor no hubiera ido a ver a Rafael a su casa en la noche… de seguro hubiera sido yo. Se me enchinaba el pellejo, los pelos se me ponían de punta cuando lo pensaba, me recorría el cuerpo un escalofrío de cabeza a piés.
Mi familia, estaba preocupada, me hablaban de San Luis mis papás, de Hermosillo mi hermano, de México otra hermana, y todos todos estaban preocupados por mi. Les respondía que estaba bien, pero que no podía comunicarme seguido, que yo lo haría cuando pudiera.
La gente seguía aglomerándose dentro y fuera de las oficinas, todos armados, a la vista de todo el mundo, no les importaba que las armas se vieran. Temía en verdad que algo desatara la ira y no pudiéramos parar aquello. Alguien llegó y me dijo:
___Lic. Aquí le traigo esto, por favor para que se cuide.
Era una pistola 9 mm. La rechacé, no sabía ni cómo agarrarla.
___Tienes que cuidarte –insistió – tu mas que nadie. Pueden venir por ti Lic.
___Todo esta bien – respondía.
La verdad es que no tenía tiempo de pensar en ello. No quería darle hilo a esa posibilidad. Era real pero no quería verlo asi.
Decidimos dejar todo en manos de las autoridades y que ellos investigaran y siguieran pistas y recorridos y todo eso. Fue una manera de desactivar los ímpetus de la gente que estaba afuera. Les pedimos que dejaran todo a las autoridades, que no se interpusieran, que no estorbaran. Hubo protestas, pero lo aceptaron. Teníamos miedo que gente nuestra se encontrara con los Judiciales en el monte o en algún otro lugar y se confundieran ambas partes. Hubiera sido el acabose.
La oficina de Rafael se convirtió en el bunker en el que permanentemente entraban y salían los del Consejo y algunas otros de confianza. Yo los acompañaba casi todo el tiempo. Veíamos posibilidades, se analizaban los últimos días, de 15 días para atrás, qué había hecho Rafael, dónde había estado, con quién había tenido citas y reuniones; platicamos de la situación con nuestros socios de la ARIC, con los socios comerciales, etc. Se hacía alguna llamada para aclarar algún dato.
Todos teníamos nuestras sospechas, pero no las expresábamos públicamente. Si de repente nos quedábamos solos dos, o nos encontrábamos fuera dos a solas, compartíamos nuestras creencias y sospechas, lo platicábamos, sacábamos conclusiones.
Si de repente nos acordábamos de algún dato, fecha o reunión que considerábamos importante corríamos a compartirlo con los otros.
Con el correr de las horas, y aunque no quisiéramos, los datos y las evidencias nos fueron mostrando un perfil, una línea; se fue dibujando una situación a la que no había necesidad de ponerle nombre, porque nos fue resultando evidente.
Aún así no queríamos aceptarla. Nos negábamos a que fuera cierto. Nos parecía demasiado increíble.
El día 28 de julio fue igual anterior, ahí encerrados, platicando, esperando, respondiendo llamadas, del Gobernador, del Procurador, del Director de la Judicial, del Presidente Municipal, de Secretarios de Estado, de la prensa.
La prensa comenzaba a manejar línea política en el caso y la línea del narco que estaba asentado en Caborca. No dimos vuelo a ninguna de esas versiones. Las negamos una y otra vez, pero tampoco mencionamos la que nosotros creíamos más factible. Nunca hay que mostrar las cartas.
Por la noche de ese día, seguíamos en la oficina eran como las 9 y media de la noche cuando sonó el teléfono directo, alguien respondió y me dice:
___Licenciado quieren hablar contigo.
Tome el aparato y respondí. Escuche que del otro lado una voz me dice:
___Licenciado Mendez?
___ Si yo soy, quién habla?
___Soy el Comandante Tal (Omito el nombre) estoy a cargo de la base de la Judicial aquí en Caborca.
___Ah si comandante, digame.
Cuando los demás oyeron que dije Comandante, en automático se callaron, se hizo un silencio repentino.
___Oiga Licenciado – me dijo – necesito que venga a la oficina, necesito hablar con usted.
___¿A esta hora comandante? ¿Es muy urgente?
Todos me hacían señas de “qué quiere”
___SI Licenciado –respondió – es urgente y delicado.
___Y tiene que ser conmigo? – pregunte.
___Si me dijo y le voy a pedir que venga solo, que no lo acompañe nadie.
___Ok , salgo para alla.
Cuando colgué me dicen:
___Quien era.
___El comandante Tal, quiere que vaya a la oficina.
___¿Para qué, qué quiere?
___No me dijo, nada mas me dijo que es urgente y que vaya solo.
___Soloooo? – dijeron casi todos al unísono – ¡!esta loco.!!
___Ni madre – dijo otra persona –solo no vas a ir licenciado.
___¿Y qué hago? – respondí.
Hubo una pequeña discusión. “No no que no vaya”, “mejor que vaya Roberto con él”, “Solo y a esta hora?, no ni madre, que lleve escolta”.
___Pues fue muy claro en que es urgente y que vaya solo –repetÍ.
___Esta bien –dijo Don Panchito – ve solo, pero irá un carro con gente siguiéndote.
___Esta bien – acepté.
La solidaridad y la unión que sentí en ese momento me dio fuerzas. Después de todo ahí estaban ese grupo de personas, de ejidatarios dando su apoyo y protección, me consideraban ya uno de los suyos.
Me subí al carro y emprendí camino a las oficinas de la judicial del Estado, eran casi las 10 de la noche. Hay que recordar que no había celular en ese entonces. Lo que pasara, se sabría hasta mi regreso… si regresaba.
Otro auto pickup me seguía con cuatro personas armadas.
“!CHINGA A TU MADRE. PREGÚNTALE A ELLA, CABRÓN!
CAPITULO VIII
A esa hora y en Caborca y en 1984, debo de haber hecho 10 minutos a las instalaciones de la Judicial. Llegué me estacioné y al bajarme vi que ya estaba afuera el comandante acompañado de dos agentes. Voltié hacia atrás y vi que el carro con mi gente se estaba estacionando a prudente distancia.
___Buenas noches Comandante – saludé.
___Le dije que viniera solo licenciado – fue su saludo.
___Pues es que no me mando solo, Comandante. No me dejaron venir solo.
___Quién no lo dejo? –preguntó como retándome.
___Pues como 500 gentes que hay ahí afuera del edificio – le respondí.
“A mi no me vas a asustar cabroncito”, pensé.
___De qué se trata Comandante – le dije.
___Mire Licenciado, queremos que nos acompañe, encontramos dos cuerpos, cerca de Santa Ana y necesitamos que los identifique. Estamos casi seguros que son ellos, pero necesitamos su identificación.
Se me vino el alma al suelo. Me comenzó a dar vueltas todo y casi me desmayo. Me sostuve en pié y con la mejor voz segura que me salió le dije:
___Y qué hay que hacer.
___Pues que nos acompañe, los identifica y luego lo traemos de regreso. Y dígale a sus compañeros que no nos sigan.
___Ok – le respondí. Y me fui caminando a donde estaba mi gente y les dije:
___No puedo decirles mucho, solo que voy a Santa Ana a ver unos cuerpos que es probable sean ellos. No nos sigan por favor.
Se quedaron mudos, no me respondieron nada. Me di media vuelta y caminé hasta el pickup del Comandante y me subi.
Agarramos por toda la calle Obregón rumbo a la carretera. Cuando pasamos por las oficinas de la LEA, le señalé hacia allá y le dije:
___Ya vió cuanta gente hay Comandante?
No me respondió. Había fácil unas 300 o más personas armadas.
Agarramos carretera en silencio. Un agente manejando, yo en medio y el Comandante en la orilla junto a la otra puerta.
Las ideas y pensamientos se me arremolinaban en la cabeza. Ojalá no sea Rafael. Y si es, ¿Qué voy a hacer? Nunca he visto un muerto, mucho menos un asesinado. ¿Cómo iré a reaccionar? Pero no, no puede ser, seguro que no es. A la mejor los confundieron ahorita en la noche. ¿Y si todo esto es un pretexto para chingarme a mi? En la madre, no lo había pensado. ¿Y si estos cabrones me matan a mi? ¿Y si tienen ordenes de desaparecerme? No no creo, todos vieron que me fui con ellos. Chingale, Diosito protégeme, que sea lo que tu indiques, pero por favor no indiques que me maten, por favor.
Una voz me sacó de mis pensamientos. Era una voz en el radio del carro en el que íbamos.
___Comandante, comandante adelante.
El Comandante agarró el radio y respondió:
___Aquí el Comandante, adelante.
___Comandante aquí el numero uno, ¿Cómo va con la operación?
___Todo bien, Jefe, aquí llevamos ya al Licenciado.
___Muy bien procedan como acordamos. Cambio y fuera.
Al escuchar esa conversación, creo que comencé a temblar. Lo primero que pensé fue, es cierto estos cabrones me van a chingar.
La frase “todo bien, Jefe, aquí llevamos al licenciado” me resonaba en la cabeza. Y luego la respuesta: “muy bien, procedan como acordamos”. Para mi estaba mas claro que el agua: Me iban a matar, sin duda. Temblaba todo.
El Comandante debe haberlo notado. Me dijo:
___Tranquilo Licenciado, no pasa nada. Todo va a estar bien.
No respondí. No pude aunque abrí la boca para hacerlo.
___¿Alguna vez ha visto un muerto asi? – me preguntó
___No — le dije – nunca. No me gustan ni los velorios.
___Mire –me dijo—le voy a explicar. Es muy sencillo: Los cuerpos están en el monte, parece que tienen varios días ahí. Ya ahorita no apestan porque ya les echamos cal, bueno podría haber poco olor. Usted va a llegar, se va acercar y nos dirá si son el Sr. Muñoz y el Profesor Osuna. Es todo. Luego lo traemos de regreso.
El resto del camino, unos 40 minutos, fueron en silencio y se me hicieron eternos. No es nada agradable ir en un pickup a las 11 de la noche, en medio de la oscuridad y en medio de dos Judiciales. Es para muy hombres creo yo. En esos momentos debo de haber crecido y madurado años, muchos años. Mi vida se me presentaba a retazos hasta llegar a esa situación y me preguntaba ¿Qué estoy haciendo aquí? Podría estar en casa durmiendo con mi esposa.
___Puede fumar si quiere me dijo el Comandante.
Me eché unos cuatro cigarros uno tras otro. Eso me calmó la ansiedad.
Al rato vimos unas luces en medio del monte como a unos dos kilómetros y muchos pickups y luces de patrullas.
___Ya llegamos — me dijo.
Era más o menos el kilómetro 9 de Santa Ana a Caborca.
Entramos al monte unos 60 metros. Nos estacionamos y bajamos.
“Buenas noches, buenas noches, buenas noches” se oía. Algunos se acercaron a saludar de mano. Había unos 50 agentes entre Judiciales, Federal y Municipales.
___Aca están Licenciado, venga – me dijo el Comandante y casi me arrastró hacia el lugar.
El corazón se me salía del pecho. La sangre se me agolpaba en la frente, la boca seca. Saqué un cigarro y lo prendí tembloroso.
___Mire aquí están—y me señaló los bultos en la tierra.
En ese momento se encendieron unas fuertes luces iluminando la escena.
En cuanto los vi dije:
___SI SON – y me voltié a otro lado y quise devolverme.
___No Licenciado, espérese. Tiene que verlos bien, acérquese. Mire bien, acérquese le digo.
Me acerqué y claramente los ví. El cuerpo del Profesor Osuna de espaldas y el de Rafael boca arriba, con medio cuerpo casi arriba de el del profesor. Estaban muy hinchados, las camisas a punto de reventar.
___Mire Licenciado—explicó el Comandante – el Sr. Muñoz tiene un balazo en el pecho, otro en el abdomen – y los señalaba – otro en la palma de la mano izquierda, pero este pensamos que es el mismo que tiene entre los labios y la naríz, debe haberse querido cubrir y levantó la mano y le atravesó y se impactó en la cara. El profesor tiene uno en el pecho que le atravesó hasta la espalda, uno en el abdomen y otro en la cabeza.
Yo veía pero no veía. Cada vez que abría los ojos veía el rostro de Rafael y volvía a cerrarlos.
Le grité_
___!!YA, YA, ESTA BIEN, SI SON ELLOS, YA LOS VÍ!! – y me retiré unos metros hacia otros autos. Sentí que iba a vomitar, me agarré el estómago, pero no salió nada, pura bilis. No traía alimento desde hacia muchas horas más de 12 yo creo.
Me recargué en la caja de un pickup a reponerme, las lagrimas se me amontonaban en los ojos pero no terminaban de salir.
Nunca falta el pendejo con iniciativa. Se me acercó un Judicial joven y como haciéndose el buena onda me dijo:
___¿Y usted Licenciado quien cree que se los haya echado?
Sentí que el dolor se me transformaba en coraje, sentí que me subía fuego de los pies a la cabeza y le respondí suficientemente fuerte para que oyeran todos:
___Chinga tu madre!!! Pregúntale a ella cabrón!!!.
Se hizo un silencio y un compañero lo agarro de los hombros y se lo llevó.
El Comandante se apresuró y dijo “Vámonos Licenciado, ya terminamos aquí”.
A la distancia veo que hay tantas cosas que debería de haber preguntado en ese momento pero no lo hice por el dolor que sentía primero, por la impresión de ver a mi amigo muerto y por la inexperiencia. ¿Quién los encontró? ¿A que hora, cuándo? ¿Cuánto tiempo tenían ahí? ¿Porqué no levantaron los cuerpos y se los llevaron a medicina forense? ¿Porqué tenía que ir a identificarlos ahí en el lugar? Tenía que ser esa noche? No podrían haber levantado los cuerpos y citarnos en la mañana? ¿porqué tenia que ser yo? ¿porqué yo y además solo?
Perdóname Rafael por no haber hecho bien la tarea. Estoy seguro que tú en mi lugar habrías preguntado eso y mucho más. ¿Porqué Rafael tuve que ser yo? Cualquiera del Consejo, cualquier Ejidatario te conocía mucho pero mucho mas que yo. Cualquiera de ellos podría haber hecho la identificación. ¡Porqué yo chingada madre! Porque en ese momento de mi vida, iniciando una nueva familia. Dios pone las cosas, dice mi esposa, y no se equivoca tienes que aceptarlas como vengan. Lo que yo sé y me quedó claro, es que yo ahí cambié, ahí me transformé. Me baje siendo un Miguel Méndez y me subí al pickup de regreso, siendo otro. Mi forma de pensar, mis creencias, mis actitudes, mi ser, mi alma, mi corazón, mi forma de razonar, cambiaron para siempre.
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7 replies on ““…USTED SIGUE LIENCIADO…” Capitulos VII yVIII”
Que historia Miguel, algún día te platico con detalle la historia de las” Malvinas “
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Uyyy debe estar rebuena Pancho. Cuando quieras y la escribimos entre los dos jajajaja Saludos
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Que momento tan dificil, que histoaria!
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Ya quiero el siguiente, me hiciste vivir de nuevo.
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Qué situación tan difícil viviste, gracias a Dios que nos lo estás contando.
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Miguel..tu narración ha llegado, a donde no me supuse; entiendo tu proposito inicialmete planteado..y estoy contigo…Saludos…
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Miguel …x falla técnica de mi parte repito: no pude suponer que tu narración llegara a tal grado de detalle y entereza ; por otra parte comprendo que el objetivo que inicialmente te planteas estará logrado y habrá la ocasión personal de compartir inquietudes.–Saludos afectuosos.-
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